lunes, 15 de octubre de 2012

EL NATALICIO DEL LIBERTADOR

EL NATALICIO DEL LIBERTADOR
                Un niño venezolano, haciendo un resumen de su visita a la casa natal del padre de la patria, escribió a su maestra: “Yo estuve en la casa situada de Traposos a San Jacinto donde nació Simón Bolívar tal día como hoy en 1783, era una edificación de techos de carruzo, pisos de ladrillo, paredes de tierra y pesadas columnas cuadradas con 22 mts de frente por 60 de fondo, a una cuadra de la plaza mayor, además estaba la iglesia parroquial, la casa de los obispo, la casa del gobernador y el real seminario de Santa Rosa, sin pisos superiores, que aconsejaba la experiencia por el temor a los terremotos, tenía dos salas con ventanas a la calle separadas por un zaguán un corredor alrededor del primer patio exterior, el cuarto principal, el cuarto de los santos, el comedor, 2 habitaciones más al fondo, despensa, cocina, un departamento para los esclavos y una caballeriza.
                Aunque posteriormente ha sido varias veces remodelada, de esta manera estaba distribuida la casa que alojó al hombre más grande de la América meridional desde su nacimiento hasta la edad de 9 años, cuando fallece su madre, la joven señora Concepción Palacios de aproximadamente 26 años de edad. La casa natal del libertador la heredo el Coronel Juan Vicente Bolívar y Ponte de su padre Juan Vicente Bolívar y Villegas.   



Simón fue bautizado a los 7 días de nacido por el Dr. Don Juan Félix Jeréz de Aristiguieta, siendo su padrino Don Feliciano Palacios y Sojo.
Si la visita del niño a esta casa fue en 1783, la negra Matea le diría quizás, que estaba en brazos de Hipólita, su nodriza negra quien le daba de mamar en una de las habitaciones de la casa y que Simoncito estaba muy pequeño para jugar con él.
No lo halló quizás en 1788, porque ya huérfano de padre, fue enviado por Doña Concepción a pasar temporadas con sus tíos y con la negra Hipólita a la Cuadra Bolívar, a fin de evitarle impresiones por el ambiente luctuoso que reinaba en el hogar, Juana y Juan Vicente.
Fue confirmado  el 11 de Abril cuando contaba 7 años de edad, siendo su padrino su tío Don Esteban Palacios y Blanco.
Su tía Josefa Palacios hermana de su madre, casó con José Félix Ribas, triunfador en la Victoria con la juventud caraqueña y sus huestes de valientes contra las hordas feroces de José Tomás Boves. Si al ocurrir la visita del niño compatriota corría el año de 1792, quizás el futuro Libertador del nuevo mundo estaría atribulado por la muerte de su mamá, y había partido con su tío Feliciano Palacios a la casa de éste. A la muerte de Don Feliciano, su tutoría y representación le corresponde a su otro tío Carlos Palacios.
Luego el niño Simón no estaría  regularmente en su casa natal y el niño Venezolano que quiso conocerlo y tratarlo como su amigo en aquella residencia, tuvo  que conformarse con saber de él a través de los textos de historia que han inundado al mundo con página de oro vanagloriando al hombre de quien la historia universal no sabe de guerrero alguno cuyo caballo de batalla haya ido más lejos y cuyo escenario político-militar fuera más dilatado. Igualó a Carlos VII en audacia y a Federico  en constancia y pericia, superó a Alejandro Magno, Aníbal y César por las dificultades que tuvo que vencer y sus marchas a través del Continente fueron más largas que las Geugis-khan y Tamerlán, José Martí escribió con razón: “Bolívar recorrió mas tierras con la bandera de la libertad  que ningún conquistador con las de la tiranía”. El mismo Martí se expreso del libertador arguyendo  que “lo que hizo Bolívar en América esta aun por hacerse”.
Desde su viaje a Europa a bordo del San II defonso, a los 16 años de edad, en 1779, vía Méjico y Cuba, hasta San Pedro Alejandrino en Santa Marta a los 47 años, en 1830, período que podemos considerarlo como de vida pública de Bolívar, fueron insospechados los aconteceres que colmaron su persona, calumniado, denigrado, perseguido, ensalzado, alabado encumbrado y hasta endiosado, ha pasado a ser receptor de los más variados objetivos aplicables a un ser humano. Ha recogido todas las opiniones que la historia pueda ofrecer de personaje alguno y maravillado a la humanidad con su presencia como protagonista de la libertad de la América Meridional.
Su infancia, su juventud, sus maestros, su esposa, sus hermanos, sus soldados, sus oficiales, la naturaleza, los animales y en alta estima sus amigos, tuvieron un sitial de honor en el corazón del grande hombre, del Bolívar humano.
Cuando entró a Caracas por última vez en 1827, pasando por la calle entre sociedad y las Gradillas, al divisar a Hipólita entre la multitud que lo aclamaba, abandonó su puesto y se arrojó en brazos de la negra quien lloraba de alegría, era una mujer de 65 años de edad, quien había sido tazada en San Nateo por un valor de 300 pesos, suma esta la más alta en que se valoraba un esclavo; pero jamás fue olvidada por bolívar y ya desde el Cuzco le había escrito a María Antonia: “Te mando una carta de mi madre Hipolíta para que le des todo lo que ella necesite, y hagas con ella como si  fuera tu madre, su leche ha alimentado mi vida y no he conocido otro padre que a ella”.
En esta misma oportunidad dictó un decreto por el cual se debía elegir un monumento a la memoria de sus padres y de su esposa que fue esculpido por el español Victorio Nacho; donde se admiran en forma yacente al padre, a la madre y a la esposa de Bolívar y al genio del libertador plasmado en bronce, que viene a llorar postrado ante sus seres queridos.
A su criado  José Palacios, quien lo acompañó hasta el 21 de Diciembre de 1830, cuando un puñado de tierra Colombiana cubrió los restos mortales del libertador en Santa Marta, le donó 8000 pesos “en remuneración a sus servicios”. A su maestro Simón Rodríguez le escribió: “oh mi maestro, oh mi amigo, Ud. Ha moldeado mi corazón para la libertad, la justicia, lo grande y lo hermoso.
A su sobrino Fernando “te recomiendo la aplicación al estudio, la buena moral, para que algún día puedas ser útil a las patria”.
A su hermana María Antonia, le da poder para administrar sus bienes y usufructuar todo lo que ellos produzcan en unión de otros familiares.
A su esposa se refiere como “una señorita de las más bellas circunstancias y recomendables prendas, como es mi señora Doña María Teresa Toro y Alayza.
A la inolvidable negra Matea “que no fue mi nodriza sino mi aya, o sea, mi cargadora”, la recordaba en sus cartas.
A sucre: “es el padre de Ayacucho, es el redentor de los hijos del sol, es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en Pichincha y otro en el Patosí, llevando en sus manos la cuna de Manco-Capao y contemplando las cadenas del Perú rotas por su espada”.
A Manuelita Saenz: “Tu me has salvado de las garras de mis enemigos. Tu eres la libertadora del libertador”.
Por la naturaleza y los animales sintió especial interés. En el Tequendama, con temerario gesto de Prometeo, desafía el peligro y parece decir al pavoroso abismo: soy tan bravo como tú y no temo tu fascinación ni tu estruendo, mas si sucumbo, tendré en tu grandeza una tumba digna de mi, y a tu gloria que es de la naturaleza, se uniría la mía que es de la humanidad.
Fue admirable jinete y apasionado por los caballos desde su juventud, y en 1827 en Caracas, obsequió su caballo de batalla a Sir, Alejandro Cokburn, Ministro plenipotenciario de Inglaterra, enviado expresamente para felicitarlo y éste lo llevó a su señor, el Rey, por ser digno de un soberano.
Siempre guardó un recuerdo por Nevado, el perro que lo acompañó desde 1813 en su admirable campaña y fue muerto en Carabobo en la Batalla de la libertad. “La palabra amigo vale por un himno”, escribió en una de sus cartas.
En todas sus facetas Bolívar supo darnos el humanismo más apasionado que hombre alguno pueda legar a sus semejantes. No obstante pensó que había arado en el mar y en su “Bolívar sembrador” nos dice José de Jesús:
Seguro el sembrador de claridades
Observó que al correr de las edades
Una digna y segura libertad
Solo pueden gozarla las naciones
Que con esfuerzo y miel de corazones
Practiquen la justicia en la verdad” 

       
    Según Herderson, cónsul, general de gran Bretaña en  Colombia, en nota al Canciller Carning en Noviembre de 1826 lo pinta así: “La estatua del general bolívar no es tan pequeña como se dice. Es delgado pero tiene las más finas proporciones. Su tez es ahora oscura a causa de su vida pasada a la intemperie. Cuando no habla su semblante toma el tinte de la melancolía. Su pelo es negro, ligeramente rizado y también dispuesto por la naturaleza que deja despejada su ancha frente, ojos oscuros y vivos, nariz romana, boca notablemente bella, barba más bien puntiaguda. Cuando le hablan baja regularmente la vista, circunstancia que permite a su inter locutor hablar sin ser perturbado por la vía penetración de su mirada. Su voz es algo ruda, pero él sabe modelarla haciendo grata la conversación con su exquisita amabilidad. Su presencia es distinguida y atrayente, es condescendiente y amable, cabalga y camina con gracia y baila el vals con animación y elegancia. Tiene la destreza y tacto de un gran orador, llegando en ocasiones hasta la elocuencia.
Este cielo de Carache lo cobijo en la plenitud de su obra emancipadora, a los 37 años de edad, y desde esta población envía al General Páez sus impresiones de las circunstancias que debe asumir su ejército según los movimientos de Morillo. Ya desde aquí mismo el General Sucre había lanzado su célebre proclama, a nombre del libertador.     
“La brisa de Nupí le dio su aroma
Y la flor del bucare se incendió
Con luz que emanó desde la Loma,
De la mesa Postrera el esplendor
La amable libertad le recordó
A quien fuera también Libertador.”
Así termina un soneto que rememora su paso por esta Villa de San Juan Bautista.
En su recibimiento triunfal de 1825, en el cusco, recibió la famosa profecía de José Domingo Choquehuanca, que ha signado con un innegable acierto la trayectoria del grande hombre:
“Con los siglos, crecerá tu gloria como crecen las sombras cuando  el sol declina”
Autor: Jesús Quevedo Terán

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